Últimamente está muy de moda el fenómeno Interrail, obviamente yo no iba a ser menos y me embarqué en esta aventura con mis amigas. En cuanto empiezas el viaje tienes la sensación de que participas en una gran ginkana en la que las carreras, las pistas, los compañeros y los diferentes paisajes forman parte de tu vida. Reconocerás a sus participantes porque van cargados con una pesada mochila -makuto para los expertos-, por su estilo a lo Coronel Tapioca aunque poco a poco se va convirtiendo en el look: el joven vagabundo y por su estrecha relación con el tren, su único medio de transporte. Es por ello, que duermen con la mochila abrazada -en estos momentos la mochila se convierte en un apéndice de tu cuerpo-, también recorren los vagones descalzas o con sacos de dormir como si se tratase de su propia casa y por último, se racionan la comida como se se jugasen la vida en ello.
Bea, Esther, Marta, Silvia y yo -Sandra, alias, periodista por el mundo- viajamos durante 22 días por Venecia, Viena, Budapest, Praga, Cracovia, Berlín, Amsterdam, Paris, Niza y finalmente un paso fugaz por Barcelona. Durante casi un mes visitamos 10 ciudades intensamente; tenemos un sin fin de anécdotas -algunas dicen que literalmente tenemos 1000-. Una experiencia que la recomiendo sin pensarlo dos veces.
todos los italianos nos indicaban de la misma manera para llegar a la Plaza de San Marcos, daba igual en el sitio que te encontrases que siempre te iban a decir: "tuto distro, croce il ponto e sinistra", no quiero pensar cuanto tiempo invertimos en dar circulos a la plaza. En Viena comezamos a espabilarnos, así gracias a una propuesta de matrimonio y unos bailes del Waka Waka conseguimos cervezas gratis mientras veíamos el mundial de fútbol a orillas del río y con una inmensa multitud de hinchas. Aunque, a la noche siguiente, la ciudad perdió encanto al sufrir una ataque de dos desconocidos en un coche y sus infalibles armas: huevos crudos -vosotros mismos os podeis imaginar la estampa-. En Budapest, disfrutamos de nuevo de cerveza gratis, realizamos fechorías en un bar debido al inimitable baile del robot gaditano y abrimos los ojos en cuanto a los precios de los albergues...nos dimos cuenta de que teníamos que aprender a regatear. Así pues, en Praga cual amazonas logramos que nos rebajaran 4€ del precio original del albergue, allí los suecos, el Becherovka y una discoteca de cuatro pisos hicieron el resto. Ya sabéis, para el año que viene reúnete con tus amigos y planea tu propio Interrail porque merece la pena. Aunque no te aconsejo esperar mucho de tus fotos, ya que después de 22 días de viaje el sueño hace sus estragos...aunque es divertido verlas con tus amigas y pensar: ¡uy, pues va a ser que no somos modelos!


Ya os adelantamos que proximamente escribiremos un 
ser que dispongas de una gran suma de dinero y puedas donar una nueva biblioteca, no conseguirás nunca plaza allí. Como yo no soy muy lista, fui hasta allí con unos amigos para morirme de envidia.





